Cada 8 de abril se “celebra” el Día Internacional en Oposición a los Alimentos Transgénicos. Esta fecha se creó en 2006 por iniciativa de cien organizaciones internacionales ubicadas en más de 40 países. Su finalidad es divulgar los efectos nocivos de los cultivos y alimentos transgénicos en la salud humana y el medio ambiente.
Los transgénicos son organismos modificados mediante ingeniería genética en los laboratorios a los que se han introducido uno o varios genes de otras especies.
Como hay muchos intereses económicos en juego a nivel mundial (no sólo nacional), hay poquísima información y difusión al respecto. Y por eso mi poesía, para invitar a que nos informemos, y a que nuestras niñas y niños sepan qué significa que estemos comiendo alimentos genéticamente modificados, hechos en los laboratorios, que responden a determinados intereses.

 

¿No les parece raro?

¿No les parece raro
comer una ensalada de tomate
sin saber que le inyectaron
genes de lenguado?

¿No les resulta extraño, con ganas
que a las jugosas manzanas
que comen por las mañanas
les inyecten alas de polilla come lana?

¿No les genera preocupación
que al choclo de la empanada
le metan miguitas de escorpión?

¿No les parece terrorífico
que estos que se hacen llamar “científicos”
a una especie vegetal
le inserten de forma artificial
genes de un animal?

Incluso, les digo más:
como se creen de toodo el universo amos
a los peces y a las vacas les introducen ¡genes humanos!

Mi mamá diría: “Se pasaron de la raya”,
“Se pasaron siete pueblos”, diría mi tía que es de Andalucía.
Lo que opinaría mi hermana
mejor no se los comento…
-es una puteada y no rima con nada-.

Si todavía no los conocían se los presento:
con ustedes, los famosos TRANSGÉNICOS:

Frankensteins creados en los laboratorios, ¡claro!
Porque de forma natural eso ¡nunca hubiera pasado!

Por más desesperada
que estuviera una manzana
nunca buscaría una polilla colorada
para pedirle casamiento.

Un tomate tampoco andaría a los besos apasionados
ni cruzaría su material genético con un lenguado.

Y menos que menos el maíz:
él nunca se hubiera fijado
en un escorpión mal llevado.
¿La Madre Tierra estará contenta?,
¿sentirá que la están respetando?
Un puñado de científicos y empresarios
juegan a la ruleta rusa con ella,
¿a qué Dios andarán venerando?

Algo que la Pachamama nos dio gratis,
por miles de millones de años
ellos lo quieren privatizar, para luego cobrarlo.
Se quieren adueñar de las semillas,
las frutas, las verduras, los campos…
para convertir como hacen siempre
lo público en privado.

Porque estos científicos
-expertos en negociados-
a las semillas transgénicas
te las venden en combo con el glifosato
(veneno para malezas…
aunque el veneno es veneno en todos lados)

Los amantes del progreso y el avance
-de sus cuentas bancarias y sus propiedades-
juran y perjuran que “Los transgénicos
vinieron a terminar con el hambre”.
¿Ah sí? No me digan…  
¿Se acabó la pobreza? ¿Ahora sobra comida?

25 años de transgénicos y glifosato
y la pobreza sigue “evolucionando”.

A ver señores de Syngenta, Bayer y Monsanto,
por la salud de los pueblos
dejen de contaminar y deteriorar los suelos,
las aguas, las semillas, los cielos.

Y si es verdad que están taan evolucionados, 
¡váyanse a cultivar en sus balcones
escorpiones aframbuesados!

                                                             Autora: Magela Demarco

 

La preciosa ilus del nene con el pajarito es de Francesco Zito, la de la chica pelirroja entre moras es de Emilia Dziubakla y la bella ilustración de la abeja es de Julianna Swaney


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