Soy el hermano sanguchito,
estoy entre el más grande y el más chiquito.
Soy el que llegó a un cuarto que ya tenía dueño,
ocupada la mejor cama, invadido el ropero…
La ropa que estreno
está manchada o estiraaaada,
y los pantalones, con pitucones.
Los juguetes se heredan, pero no los gustos,
y ese dinosaurio del tamaño
de mi gato Hilario me da susto.
Para acariciar mamá tiene dos manos,
pero somos tres los hermanos,
y ella casi siempre le hace upa al más chiquito
(¡ese enano ya me tiene cansado!)
Pero no todo es desventaja,
ser el del medio también tiene lo suyo.
Soy amigo de mis amigos
y de los amigos de mi hermano
(del más grande, claro)
Por eso nunca me aburro,
porque siempre con alguien juego.
Y algo que está muy bueno:
con ellos aprendo todo antes que mis compañeros.
Si quiero hacer algo y necesito pedir permiso,
me sirve como argumento
decir que mi hermano más grande ya lo hizo.
Y si en pleno juego rompo un florero
o me mando un moquito,
lo culpo al más chiquito que es atropellado
y todavía no aprendió a poner cara de “angelito”.
Ese enano regordete de las tías es el preferido.
Es el que liga más caramelos y helados.
Así que cuando mira para otro lado
aprovecho, me hago el distraído,
y me como lo que no es mío.
Pensándolo bien…
no está nada mal ser el hermano sanguchito,
porque entre los dos panes está lo más rico.
Texto: Magela Demarco
Las bellas ilus son de de Benji Davies
Resulta que me enteré de que hoy, 12 de agosto, se celebra el Día Mundial del Hijo del Medio. Y me dieron ganas de escribir algo dedicado a esos hermanos
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