Adentro de la escuela, en un rincón, hay un salón con olor a bosque. Dicen que allí se refugian dragones que lanzan fuego por su boca, dicen que por las tardes en ese lugar se siente olor a bruma de mar, se desatan batallas de piratas, y si entrás justo justo en ese momento, tal vez, una ola te empapa.

Dicen que ya desde el pasillo que da a aquel mágico escondrijo se escucha sonar un cuerno, unas estampidas de benteveos, y hasta llegaron a ver de Robin Hood el sombrero, repartiendo cosas a quienes no tienen nada… También se oyen carcajadas de brujas muy marujas, que preparan infalibles y malolientes pócimas mágicas. 

Dicen que ahí se refugian las niñas y los niños cuando quieren escapar de las pruebas, de las cuentas inentendibles, de las tildes complicadas. De las burlas que duelen como flechas. De esas miradas que parecen granadas y astillan el alma. 

Y ahí, en ese salón están ell@s. Guardianas y guardianes de ese rincón fantástico que conduce a infinitos mundos paralelos. Personas famosas en curar nervios, angustias, soledades y miedos. No usan sombrero de punta -ni lo necesitan-, no andan en escoba voladora, tampoco tienen capa para evitar cualquier alharaca. No utilizan varita ni ninguna palabra mágica. Sólo libros… Los recomiendan, los ofrecen, los invitan, los convidan con galletitas. Los apilan, los llevan en sus mochilas. Los desparraman, los siembran, los multiplican. Los prestan, los comparten y contagian su amor por los textos a cientos y miles de pequeñas y pequeños que llegan a ese rincón buscando un poco de sol.  

Para ustedes, ¡Feliz Día Bibliotecarias, Feliz Día Bibliotecarios!          

                                            Texto: Magela Demarco

                                            Ilustración:  Fréderic Benaglia


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